¿Para qué ser modesto? Yo
he visto con los ojos en la mano el Cervino y tú no. Y es algo que tendrías que
hacer. Un día de estos. No te agobies con prisas que eres joven.
Esto va que me convocan a Milán a una reunión de miércoles a viernes. Y pienso para mí mismo "pues habrá que pasar el finde visitando la ciudad". Y luego repienso otra vez para mí mismo "¿y qué leches se me ha perdido a mí en Milán? Si, total, ni hay ni va a ir nada que me interese”. Y vuelvo a pensar, y como estoy acostumbrado a pensar puedo hacerlo hasta tres veces sin que me duela la cabeza, "¿y si voy a los Alpes? Ahí seguro que se me ha perdido algo”.
Cojo el mapa de los Alpes de los cuadernos Rubio y enseguida localizo mi destino: el Cervino. La montaña icónica de la hostia. El segundo lugar sagrado de montañismo maño a gran distancia del primero que es el monte Gurugu.
Busco alojamiento en Zermatt por internet. Jodo petaca qué precios, ¿de qué están hechos los colchones de Zermatt? Encuentro un hostal barato y, como no tengo mucho tiempo, me alquilo un coche. Hago números y me doy cuenta que, para pagar todo esto, voy a tener que vender mi cuerpo en una esquina de Zermatt. Claro que, con el cuerpazo que tengo, seguro que saco de sobra.
Luego resulta que a Zermatt no se puede llegar en coche porque es un pueblo tan pijo que les molestan los humos. A no ser que llegues en helicóptero. Entonces si que puedes echar humos. En fin. Y hay que dejar el coche en el pueblo de antes en un parquin gratuito. Y te suben en limusina, también gratuita. Ahhh has picado. Aquí no es gratis ni el agua del grifo. A ver cómo te crees que se ha hecho rica esta gente:¿vendiendo relojes de cuco? A ver, haz cuenta ¿cuántos relojes de cuco tienes tú en casa? Pues eso.
Que Zermatt mole de ciudad sin coches me va a costar a mi más de 50€. Voy a tener que hacer servicio completo.
Sinceramente, antes de llegar a Zermatt, sentí varias veces la angustia de la duda al pensar si merecía tanto dinero, tiempo y sueño pasar un día en los Alpes. Porque iba a llegar el viernes muy de noche y volver el domingo muy de madrugada.
Así que el sábado por la mañana salgo del hotel con la angustia en modo turbo de saber si las vistas del Cervino merecen la pena o si va a resultar que tan solo sale bien en las fotos.
Lloré de emoción cuando lo vi. Merece la pena el viaje solo para sentirse debajo de él. Para buscar un lugar apartado y dejar que su imagen te inunde. Ahora mismo solo recuerdo otra cosa cuya contemplación hiciera que me temblaran las piernas. Y no fue la Mona Lisa.
Así pues sin poder dejar de contemplarla, como la otra vez, sin tiempo ni material para subir al Hornlihutte me dedico a vagabundear. Me encuentro con un par de vascos, padre e hijo, que hablan alemán con acento de Tudela tan bien como yo. Compartimos camino y compañía. O más bien cojo su camino y su compañía. Agradables los dos.
Esto va que me convocan a Milán a una reunión de miércoles a viernes. Y pienso para mí mismo "pues habrá que pasar el finde visitando la ciudad". Y luego repienso otra vez para mí mismo "¿y qué leches se me ha perdido a mí en Milán? Si, total, ni hay ni va a ir nada que me interese”. Y vuelvo a pensar, y como estoy acostumbrado a pensar puedo hacerlo hasta tres veces sin que me duela la cabeza, "¿y si voy a los Alpes? Ahí seguro que se me ha perdido algo”.
Cojo el mapa de los Alpes de los cuadernos Rubio y enseguida localizo mi destino: el Cervino. La montaña icónica de la hostia. El segundo lugar sagrado de montañismo maño a gran distancia del primero que es el monte Gurugu.
Busco alojamiento en Zermatt por internet. Jodo petaca qué precios, ¿de qué están hechos los colchones de Zermatt? Encuentro un hostal barato y, como no tengo mucho tiempo, me alquilo un coche. Hago números y me doy cuenta que, para pagar todo esto, voy a tener que vender mi cuerpo en una esquina de Zermatt. Claro que, con el cuerpazo que tengo, seguro que saco de sobra.
Luego resulta que a Zermatt no se puede llegar en coche porque es un pueblo tan pijo que les molestan los humos. A no ser que llegues en helicóptero. Entonces si que puedes echar humos. En fin. Y hay que dejar el coche en el pueblo de antes en un parquin gratuito. Y te suben en limusina, también gratuita. Ahhh has picado. Aquí no es gratis ni el agua del grifo. A ver cómo te crees que se ha hecho rica esta gente:¿vendiendo relojes de cuco? A ver, haz cuenta ¿cuántos relojes de cuco tienes tú en casa? Pues eso.
Que Zermatt mole de ciudad sin coches me va a costar a mi más de 50€. Voy a tener que hacer servicio completo.
Sinceramente, antes de llegar a Zermatt, sentí varias veces la angustia de la duda al pensar si merecía tanto dinero, tiempo y sueño pasar un día en los Alpes. Porque iba a llegar el viernes muy de noche y volver el domingo muy de madrugada.
Así que el sábado por la mañana salgo del hotel con la angustia en modo turbo de saber si las vistas del Cervino merecen la pena o si va a resultar que tan solo sale bien en las fotos.
Lloré de emoción cuando lo vi. Merece la pena el viaje solo para sentirse debajo de él. Para buscar un lugar apartado y dejar que su imagen te inunde. Ahora mismo solo recuerdo otra cosa cuya contemplación hiciera que me temblaran las piernas. Y no fue la Mona Lisa.
Así pues sin poder dejar de contemplarla, como la otra vez, sin tiempo ni material para subir al Hornlihutte me dedico a vagabundear. Me encuentro con un par de vascos, padre e hijo, que hablan alemán con acento de Tudela tan bien como yo. Compartimos camino y compañía. O más bien cojo su camino y su compañía. Agradables los dos.
Fardando de aptitudes |
El primo sensible de Heidi |
Al separarnos me dedico a subir por la nieve sin saber muy bien hacia a donde. Cruzando laderas nevadas mientras miro la montaña. Encuentro el camino hacia el Hornli y me decido subir hacia él pero al poco una placa de hielo se empeña en no dejarme pasar. No encuentro rodeo fácil. Prudencia manda, a bajar tocan y a buscar una piedra en la el que comerme el bocata mirando el paisaje.
Llego al hotel de buena
tarde y descanso un rato antes de la cena que, desgraciadamente, uno ya no está
acostumbrado a subir montes. En el restaurante decido hacerme el garulo (como
si me costara mucho) y le pido a un simpático suizo sin sonrisa algún plato
típico.
Typical??
Yes typical, como los
toros, la paella, olé. Ni pestañea el jodido.
Visto que el tío no se esfuerza por entenderme, tiro de todo el alemán que
sé y con mi mejor pronunciación de la baja Sajonia le señalo con el dedo una línea
del menú.
This, I want this .And a beer.
Total que me trae algo,
que todavía no sé qué es, que estaba decentemente bueno.
Lo que comí, que no estaba nada mal |
Cuando acabo me pregunta
que si quiero postre y le digo que no, que lo que quiero es algún licor
digestivo también típico.
Me trae algo que huele
como combustible de cohete y se queda esperando a que lo pruebe. Malooo, esto
va a ser peor que el aguarrás, pienso. Le meto un trago y no consigo aguantar
la compostura con lo que el pavo esta vez sí, sonríe.
Strong? Pregunta.
Si, más que el pacharán.
Le respondo.
Y se va sin sonreír. Tú
seguro que suspendiste el master de peloteo al cliente. Suizo, más que suizo.
Me acabo el tiro y le pido
otro. Ahora noto que me respeta.
Así que con su respeto y
un buen pedal me voy a dormir que mañana toca madrugar.
El viaje de vuelta es el
de la satisfacción, el de la plenitud que te da haber sentido algo único, de
que a veces la vida, últimamente bastantes veces, es mejor que los sueños.
Así que persíguelos, todos
ellos.