Así que, aprovechando el puente, me planteo hacer una ruta de cuatro días por el Piri. Me compro la tienda de campaña ultraligera, me compro el saco, desempolvo la esterilla y la mochila grande. Leo mapas, estudio mapas, planeo rutas que no llevan a ninguna parte. Miro previsiones meteorológicas, meto la ropa adecuada a la mochila. Me veo durmiendo en el hotel de las mil estrellas. Me veo al alba desayunando un cafe del polvos. Sonriendo. Contando los días para que mi pequeña comparta esto conmigo. Si le gusta, si le apecete.
Y entonces va y no me llega el saco. Y con el que tengo pasas frío en agosto en Zaragoza así que no ha lugar a plantearse ir al monte con él. Cambio de planes. Toca hacer rutas de un día pero, al menos, intentaré mantener en lo posible el inicial espíritu de vagabundo. Nada de horarios, nada de rutas fijas, nada de GPS.
Con esa idea me planto en Canfranc y encaro la subida a La Moleta, subida que ya hice en la Maratón del año pasado. Esta vez la disfruto más. Y eso que la mochila y las piernas pesan más. A la salida del bosque me encuentro una cinta de plástico todavía colgada de un pino. Sin duda se les pasó retirarla la semana pasada, así que entiendo que debo quitarla de ahí.
Después de ganarme el cielo, otra vez, continúo hacia la cima. Y, como anticipo de lo que al día siguiente iba a venir, pierdo los hitos y alcanzo la cima desde el Norte, desde Iserías. A los cuatro excursionistas que hay en la cima les tengo que explicar varias veces que vengo de Canfranc por el carretón pero que no es que me haya perdido, es que he llegado a desde la dirección contraria porque en mi religión se hace cima mirando al Everest. Me parece que no se lo creen.
Vista desde la Moleta |
Fácil y espectacular a la vez |
Es interesante, por la novedad, ir de una cima a otra sin bajar al valle. Si no recuerdo mal es la primera vez que, fuera de una carrera, lo hago. Y las primeras veces, si salen bien, siempre son las que mejor recuerdo dejan. Y además es divertido, sin paredes a ningún lado y con un patio que impresiona. Pero sin dificultad alguna.
En el collado que da acceso a la cima me paro a ver el camino por el que tendré que bajar. Pues no lo veo. Pues tiene que estar. Pues sigo sin verlo. Pues da igual, tiro para la cima y ya lo veré a la vuelta.
La subida a la cima es un poco más sucia. No hace falta trepar pero mejor ir con cuidado. En cima merece la pena buscar una buena piedra donde sentarse y dejar que te de un poco el sol mientras asimilas la belleza que te rodea.
Vuelta para atrás al collado y, esta vez si, encuentro el hito que marca la bajada. Jodo que bajada. Hay que prestar atención si no quieres rodar 500 metros para abajo hasta el ibón de Ip. Hace rato que me he quedado sin agua así que aprovecho un arroyo para llenar el bote. Como está lleno de cagadas de oveja le echo una pastillita de cloro y otra de sales. Por si las moscas.
Llego al ibón, cruzo la presa y ..... me encuentro otro arroyo que baja directo de la Collarada. Ala, fuera del bidón el agua recién recogida y a reponer aguita de la buena. La gana de comer ya es notoria así que busco un buen sitio al lado del arroyo, me quito mochila y zapatillas, meto la cerveza en el agua y me voy a buscar la subida a la Collara para darle a la cerveza tiempo a refrescarse.
fíjate que bujero más chulo |
buena vida |
Tampoco la encuentro. Pero ¿a quién le preocupa no encontrar el camino de subida cuando te espera una cerveza fría y un bocata de tortilla de longaniza? A mi no.
Cansancio, solete, barriga llena, prado, arroyo. Lo que viene siendo un conjunto sucesivo de acontecimientos interrelacionados que, inexorablemente, llevan a un único y posible destino: tumbarse a la bartola.
Con este panorama se me ocurren dos planes: subir a la Collarada (700+), bajar a Villanúa (2000-), remontar a Canfranc estación (100+) y llegar justo para duchar y dormir. O bajar directo a Canfranc por la pista del Carretón, ducha y cerveza con libro en una terraza.
El libro va de una guerra mundial entre ........
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